viernes, 1 de marzo de 2013

Amar, Amar, Amar y Menos Carnaval

En una reflexión que hacía un escritor sobre la diversidad decía que había aprendido de una atea los más altos estándares de ética y honor; de un hombre de una raza diferente a él, aprendió la paciencia; y que un homosexual, con su ejemplo, le había enseñado lo que era la verdadera compasión.  La compasión es un sentimiento de enternecimiento y lástima que se tiene por las personas que sufren. Wow, que maravilloso! Un homosexual le enseñó a preocuparse por los demás. Mucha gente cree que todos los gais somos compasivos pero tengo la impresión de que esto es un estereotipo igual al estereotipo de que todos los gais somos afeminados.

En otro libro de reflexiones, un título decía: amar, amar, amar. Contenía un pasaje de La Palabra, muy conocido, sobre cuando le preguntaron a Jesús cuál era el mandamiento más importante y  dijo: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”.  Luego dijo: “Éste es el primero y el más importante de los mandamientos.  El segundo se parece a éste: Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22, 37-29).  Pensé: wow, esto es lo que necesitamos hacer más los gais en Panamá, amar.
Primero amar a Dios, que no es tan fácil porque no lo vemos.  Sin embargo si podemos sentir su presencia y su manifestación. Ese Ser Superior, que los católicos llamamos Padre, está presente en todo lo que nos rodea.  El es el tronco y nosotros las ramas, nos alimentamos con la clorofila que  lleva el tronco y nos ponemos frondosos y damos frutos si seguimos pegados a él.  Si nos separamos, nos secamos y podrimos.  Si no eres católico, puedes pensar en Dios como la fuerza del universo, del que es parte la tierra, de la que es parte Panamá y de la que eres parte tú.  Entonces nosotros somos parte de un todo que es Dios.  Cuando comprendemos eso, cambiamos y empezamos a amarlo.  Me encontré este video sobre la actitud de los panameños hacia la basura que nos puede servir de ejemplo (http://www.youtube.com/watch?v=uJbIAboCxdY&feature=youtube_gdata_player). Si  tuviéramos esta concepción del amor a Dios que comento, no fuéramos indiferentes a ensuciar y contaminar.  Igual en todas nuestras acciones: escogeríamos el bien en lugar del mal.
De segundo siempre se empieza por el prójimo, pero en verdad, La Palabra dice “ama a tu prójimo como a ti mismo”.  Entonces para poder amar a alguien debemos amarnos a nosotros mismos primero.  No podemos amar a Dios sin amar al prójimo y sin amarnos a nosotros mismos.  Todo está unido.  Claro!  Somos parte del todo.  El psicólogo Wayne W. Dyer dedica el segundo capítulo de su famoso libro “Tus Zonas Erróneas” al tema de amarse uno mismo.  El primer amor, le dice.   Dyer escribió que primero hay que autoaceptarse, luego aceptar nuestros cuerpos como son (o cambiar algunas pequeñas cosas que podríamos, como perder unas libras) y luego necesitamos “elegir” comportamientos que nos produzcan imágenes positivas de nosotros mismos.  Yo le agregaría al amor propio de Dyer una condición inicial: entender nuestro valor por ser hijos del Padre, seres humanos dignos y bellos.  La base fundamental de nuestro amor por nosotros mismos es nuestra naturaleza de descendientes de la divinidad. 
Amarse a sí mismo no quiere decir ser soberbio o egoísta.  Muchos de nosotros pensamos que amarnos a nosotros mismos quiere decir irse al mall y comprarse todo lo que a uno se le antoje hasta que exploten las tarjetas de crédito.  Que si no tengo este o tal teléfono inteligente no valgo nada, que si mi ropa no es de tal o cual marca soy un asco, que si no voy a tal o cual lugar no sirvo y así sucesivamente.  He visto lo que la gente en general y nosotros los gais en especial, somos capaces de hacer para mantener esta ilusión.  Creemos que valemos por las cosas que tenemos cuando la verdad es que nuestro valor viene de dentro de nosotros.  Somos nosotros los que hacemos felices a las personas y a las cosas que nos rodean, nunca al contrario.  Porque si las cosas dieran felicidad, todo el que tuviera dinero y cosas fuera feliz.  Pero, es así?  Y todo el que no tuviera nada fuera un desgraciado. Pero, es así?  La felicidad y la desgracia visitan a pobres y a ricos sin hacer diferencia.  El bienestar del cuerpo que se consigue con cosas es importante pero más importante aún es el bienestar del espíritu.  Amarnos a nosotros mismos no tiene que ver tanto con las cosas sino con conocer nuestro valor y mantenernos íntegros.
El amor a nosotros mismos es cuidar nuestra dignidad, algo que muchos gais no hacemos bien, en mi opinión.   Por pura casualidad pude ver partes de La Cáscara con las imágenes del carnaval.  En verdad casi no veo ese programa porque cada día se pone peor y es una burla constante a nuestra comunidad.   Aunque, a decir verdad, ellos se burlan de todo y nosotros les damos la oportunidad de reírse.  En el programa salió cada “loca” extravagante y ridícula, borracha, perequera, estrafalaria, malcriada, etc.  Como dice un amigo mío: locas de la cabeza y del culo.    Yo soy el último en criticar a los afeminados, pero una cosa es tener manerismos y otra cosa es denigrarse a sí mismo.  Pedimos respeto pero no nos respetamos a nosotros mismos y nos degradamos como seres humanos. 
Conozco un tipo que se puso nalgas.  Yo le veía algo raro hasta que me enteré.  En verdad se ve horrible y me cuentan que la sensación cuando uno agarra un par de esas es totalmente diferente a cuando uno agarra unas de verdad.  Entonces, este tipo mide su valor por sus nalgas.  Es decir, sus nalgas valen más que él.  Conozco otro que se compró un juego de wallet y llavero de una marca famosa y cuando fuimos a un restaurante se sacó el wallet y lo puso en la mesa junto al llavero para que todos lo viéramos.  Debe ser que él pensó que nosotros fuimos a cenar con su wallet y su llavero, no con él.  Su wallet y su llavero valen más que él.  Podría seguir con ejemplos pero creo que el punto está claro. 
Tercero, amar a nuestro prójimo. Esto está relacionado con lo que escribí en uno de mis anteriores post.   Aquí es en donde se manifiesta el amor, en la forma en que nos relacionamos con los demás. Porque si yo estoy unido al Ser Superior y me considero con la dignidad de hijo de Dios, tengo que tratar a los demás como mis hermanos porque también son hijos de Dios. La tolerancia está en primer lugar aquí.
Tantas veces veo cosas desagradables de nuestro comportamiento en este sentido que me cuesta un poco creer lo que decía el hombre sobre aprender la compasión de un homosexual.  Veo como los gais nos atacamos unos contra otros, nos mofamos, nos insultamos, nos creamos bochinches, intrigas, maldades.  Parece haber una competencia en ver quien se asemeja más al villano de la novela de más rating. 
Hace unos días mi Facebook amaneció lleno de mensajes y de “likes” a una página que dice “CAMPAÑA EN CONTRA DEL FANATISMO, LA VULGARIDAD E IRRESPETO A LAS SOBERANAS DEL CARNAVAL TABLEÑO”.  El carnaval tableño lo hacemos los gais; el tableño y todos los del país.  En vez de aprovechar ese momento para mostrar nuestra compasión, lo que hacemos es gritar vulgaridades y atacarnos unos a otros.  En vez de reforzar los valores positivos de nuestra comunidad, de apuntar hacia el arte plasmado en los carros alegóricos y el trabajo de los disfraces, de toda la imaginación que hay detrás de la elaboración de la presentación de cada día y noche, en el esfuerzo de miles de simpatizantes de cada tuna que invierten su dinero durante un año completo para que su reina luzca majestuosa, de las composiciones musicales de la murga, de la belleza de nuestras reinas, de la alegría de nuestro pueblo, escogemos gritar vulgaridades y atacar a nuestros prójimos de la tuna contraria que también han hecho sus esfuerzos.  El ataque y la vulgaridad no es sólo contra las reinas.  En cada tuna se ven “locas” gritándole “loca” a otras locas.  Y los que somos menos afeminados, con tres tragos quedamos también gritando y manoteando.  Cómo es eso?  En vez de estar unidos nos despedazamos.  Pedimos tolerancia y respeto pero no nos toleramos y respetamos.  A ninguno de nosotros le gustaría que a su hermana, sobrina, prima o amiga, le griten horrores y vulgaridades en la calle.  Por qué lo hacemos entonces?  Eso no es tratar al prójimo como a uno mismo.
Un amigo me contó que había conocido a un tipo que le atraía y que la cosa parecía andar bien pero que sus amigos le habían contado historias de terror del tipo.  Yo le dije que se diera tiempo de conocerlo él mismo y que no se dejara guiar por los chismes de sus amigos gais.  En efecto, el tipo resultó ser excelente persona y ellos están juntos.  Parece que tenemos la lengua muy grande y no nos cabe dentro de la boca.  Me he alejado de varios grupitos por el bochinche y la intriga.  En vez de la compasión, muchas veces lo que he visto es saña.  Pareciera una costumbre generalizada el hablar de los demás con cierta maldad.  Como si se disfrutara con la desgracia ajena.  Los gais nos encargamos de destruir a los mismos gais.     

Sé que no todos somos así y que muchos de nosotros somos muy educados y corteses, atentos y realmente preocupados por los demás.  Sé que muchos de nosotros realizamos trabajos de voluntariado y participamos en campañas sociales. Pero el amor al prójimo no es solo donar bolsas de comida luego de una inundación, el amor al prójimo es esa sensibilidad que nos hace hacer el bien para los demás, lo que nos impediría gritarle horrores a las reinas y murmurar de nuestros conocidos.  Por qué no utilizamos esa energía en hacer cosas constructivas con el prójimo.  Conozco un grupo de amigos que se han puesto de acuerdo para brindar ayuda a los pacientes de sida.  Así están ocupados y no tienen tiempo para ponerse a hablar mal de la vida ajena.  Es hora de sacar la viga de nuestro ojo y no ponernos a criticar la paja en el ojo de los demás. 

Entonces, para ser gay y vivir felices en Panamá tenemos que amar:  Amar a Dios, amarnos a nosotros mismos y amar a los demás.

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